martes, 6 de septiembre de 2011

Camila y Thiago

No importa la edad o la diferencia cultural siempre sucede algo mágico que hace que abrace la maternidad de un modo muy particular.

Camila es mi agente de prensa en Paraguay. Una joven de 19 años, cualquier porteño la miraría y desconfiaría en delegarle semejante tarea, sin embargo nunca pasó por mi mente. Algo en su manera de moverse, de hablar, de ser práctica y manejar varias cosas a la vez hicieron que mi inquietud quiera saber algo más de ella. Camila tiene un hijo de la edad del mío, solo que ella es muchísimo más joven que yo. Le propuse prestarse a jugar este juego de compartir con otras mamás lo que sentimos cuando llegó la noticia. Una noticia que en su caso fue sorpresiva, aunque no extraña. Camila perdió un bebé a los 15 años, su corazoncito había dejado de latir adentro suyo, y un mes mas tarde estaba embarazada de Thiago. ¿Casualidad? Solo llevaba 3 meses de novia y ambos sabían que era difícil lo que se venía, pero en parte este segundo bebé era deseado…

Camila sabe lo que es la mirada inquisidora del sistema, lo que es bajar la cabeza por vergüenza, temor, que se yo… pero también aprendió a levantarla y caminar para adelante. Casi sin conocerla, la definí a ella, su mamá y su hermana como leonas. Esas mujeres que no tienen edad sino instinto de supervivencia.

Cuando su mamá fue al colegio a hablar, la directora prometió mantenerla aunque no sería fácil dado que se convertiría en un ¨mal ejemplo¨ y porque ¨no representaba los valores del colegio¨. Pero volvió al colegio, feliz de que aún podría conservar algo de su vida de 15 años, pero la directora le dijo ese día a ella sola en su despacho que estaba expulsada. Como la niña que era llamó a su mamá llorando, ambas cruzaron el patio del colegio justo cuando el timbre del recreo sonaba. Todos la miraban, ella bajó la mirada como si hubiera hecho algo mal pero mamá leona se lo prohibió ¨levantá la cara y camina que lo vamos a resolver¨.

Su hermana mayor, ya en la universidad, le propuso dejar todo, irse de viaje y volver cuando el bebé ya había nacido diciendo que era suyo. De esa forma, Maca quería ayudar a su hermana a que viva la edad que tenía. Pero este bebé venía a enseñarle algo a Camila, algo que supo más tarde, y decidió enfrentar la situación.

Cursó libre ese año hasta que nació Thiago y después de mucho buscar consiguió un colegio que aceptaba de alumna a una madre soltera. El papá estaba, pero era un jovencito de 18 años también, que estuvo al lado de ella siempre, pero como los novios que empezaban a conocerse de una manera especial: criando a un hijo.

Siguió el colegio, una nana le cuidaba a su bebe y ella y su hermanita Gaby, de 4 años, iban a colegio de mañana. Por la tarde, Gaby cuidaba de su sobrino jugando con él. Sin saberlo, Gaby estaba ayudando a que Camila pudiera terminar sus estudios.

Se recibió con el mejor promedio y con la posibilidad de una beca para la universidad.

Thiago de a poco empezó a querer estar más tiempo con su papá, ambos empezaron a sentir la necesidad de armar el vínculo más allá de las visitas. Hasta entonces Cami siguió de novia como una adolescente más. Sus grandes salidas eran ir a comer un lomito o a ver una peli. Pero ya era tiempo de dar un paso más, se sintieron seguros para formar esa familia que habían empezado sin querer años atrás. Se mudaron a la casa de la mama de Camila.

Ambos estudian, cuidan de su hijo con la ayuda de las otras mujeres de la familia. Camila trabaja, sus horarios muchas veces son una locura pero Thiago los entiende, y Camila también.

Uno puede pensar que esta estructura familiar en la sociedad paraguaya, que todavía es muy machista, es complicada. A eso sumémosle que ellas son Chilenas. Pero estas mujeres no son de ningún lado, son una manada que defienden a sus hijos y que con ellos a cuestas tratan de armar sus vidas. Camila dice que ella es como un auto, ella es la carrocería, su mamá es el motor, sin ella no funcionaría nada. Sus hermanas Maca y Gaby, su papá y su marido, son las ruedas. Y Thiago es el semáforo. Él le marca los tiempos, cuando es hora de frenar, dejar el trabajo y sentarse en el suelo a jugar a los autitos, cuando hay que bajar un poco el ritmo y cuando tiene vía libre.

Llegando al final de la charla me decía que tal vez es una responsabilidad muy grande para un hijo pero entre los dos están aprendiendo a caminar por la vida, ella con sus 19 años, él con 3.

4 comentarios:

  1. Gracias Mariel! Muy terapeutico leer esto para mi! y ya se la mande por mail a Thiago (si soy una de esas mamas locas que le crea cuentas de mails a sus hijos para escribirle todos los dias) Un placer conocerte!

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  2. con todo el orgullo de madre, te digo hija que eres un ejemplo, que me enseñas día a día, que tengo plena confianza de que saldras adelante tu, mi niño y tu marido, que hoy es un hijo mas para mi... y que incondicional estaré siempre contigo
    camina siempre por la vida con la cabeza en alto y una sonrisa en los labios.
    Mamá

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  3. hermoso y emocionante! :)))

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