lunes, 16 de mayo de 2011

Patricia Y Matilda

No nos conocíamos, o sí. Tal vez tanto tiempo comentando sobre nuestras vidas como madres primerizas a través de una red social nos hizo socias en algo: somos mamás con ganas de hablar.

Patricia me invitó a su casa, después del trabajo. Me recibió con Matilda que jugaba en su cuna. Preparamos unos mates que tomamos entre conversaciones y los pedidos de atención de Mati.

Lo único que sabía de ella es que nunca se imaginó madre, que eso no estuba en sus planes. No quería perder todo lo que había conseguido, sobre todo su individualidad. Pero cuando lo tuvo todo: una casa, un trabajo estable, una pareja, tiempo para el gimnasio, salir con amigos… en fin, tiempo para ella, se dio cuenta que no era feliz. Y pensó que tal vez era el momento de pensar en un hijo.

Los médicos le dijeron que estaba grande (tenía 39 años) y que si no quedaba embarazada pronto tendría que someterse a un tratamiento. Razón suficiente para desistir de la idea. Pero algunos meses mas tarde, en una ecografía de rutina le descubrieron algo. Rezó porque fuera un quiste. Dije ¨no me voy a de acá hasta no saber que tengo. Me hicieron el análisis y estaba embarazada

Le costó mucho hacerse a la idea, ese miedo de perderse, volvió. ¨Esto es para siempre, no podes olvidarte de ser madre.¨

Al ser madre añosa, como la caratularon, le dijeron que el embrión estaba agarrado en una trompa y que era muy probable que no funcione o que haya que operar, aunque si caía para el lado correcto estaría todo bien. En la siguiente ecografía escuchó el corazoncito y el monitor le mostró que todo estaba en su lugar. Se le vino el alma al piso. Recién ahí, al tercer mes pudo empezar a sonreír.

¨Somos cinco hermanos de cuatro padres diferentes. El mío no se quien es.¨

Su mamá la abandono cuando era bebé, se la dejó a una vecina, como niñera tiempo completo. Pero como no le pagaban, la señora la llevó a casa cuna. Por suerte, dice, la pasó por la casa de su abuela para avisarle lo que había hecho y su abuela llegó a recuperarla.

¨Hasta los 5 años viví con mi madrina. La mujer que más ame en la vida, o sea mi mamá. Cuando mi vieja me fue a buscar a la casa de mi madrina para irme a vivir con ella, lo que hizo fue meterme en un colegio pupila.¨

El colegio era de monjas y todavía recuerda las cuatro horas que la dejaban frente a un plato de comida si no lo terminaba. O la oscuridad de las habitaciones, que le daba terror (¿será por eso que casi todas las luces de su casa están encendidas?). Todavía le duele el recuerdo de los viernes a la tarde. Cada vez que sonaba el timbre su corazón latía esperando que sea su mamá que venía a buscarlas. Muchas veces no sonó y se quedó esperando junto a su hermana, sentadas en la puerta, perfectamente arregladas viendo las horas pasar.

A pesar de haberle dado vueltas en su cabeza mil veces, no logra entender como una mamá podía olvidarse de sus hijas. Ni de bebés, ni de grandes. Ni cuando se juntó con un marido que tenía una casa en Pilar y las llevo a ellas a vivir allá. Por la ruta, lejos del pueblo. Para llegar a la casa de una vecina tenían que caminar muchísimas cuadras, no se acuerda cuantas. Pero si se acuerda que su mamá se separó y volvió a dejarlas, pero esta vez solas a las dos en esa casita. Recuerda el miedo que sentían en el medio de la nada. Las noches que prefirieron quedarse con hambre a recorrer el oscuro campo hasta la casa de la vecina que les daba un vaso de leche y pan. Hasta que su hermana mayor, juntó monedas y logró llamar a su abuela para que las vaya a buscar una vez más.

Pero mamá volvió, ahora para llevarlas a Córdoba, con su nueva pareja, y con sus nuevos hermanos.

Las idas y vueltas la agotaron y la llevaron a irse en cuanto pudo de la casa de su abuela, con quien había vuelto a vivir después de la fracasada convivencia en Córdoba.

Cuando su hermana fue mamá, no sintió ningún tipo de conexión con el bebé ni con ella. Nunca hablaron del la falta que les hizo su mamá, ni de cómo ellas sobrevivieron y crecieron en ese ambiente hostil. Ambas le echan a la culpa a la distancia, eso hace que no se vean. Pero en realidad la distancia geográfica no es tanta como la coraza que cada una se armó para poder resistir.

Patricia estuvo enamorada muchas veces, pero de hombres que sabía que no iban a durar. Hasta que con su pareja actual, ella sintió que era el momento de intentar ser mamá. Sin un modelo, con sus miedos y las certezas de no cometer los mismos errores. Desde que Matilda llegó a su vida ella como mujer no siente deseos. Toda su atención esta en la beba, que ya tiene 7 meses. Pero no hay caso, no puede unir a las dos mujeres: Patricia mamá - Patricia mujer.

Parecería que conectarse con un hombre aún hoy, significa perderse. La posibilidad de olvidarse que tiene una bebé que necesita a su mamá.

A pesar de saber que nunca contó con su madre, cuando nació Matilda y los tres meses de licencia se acababan la llamo para pedirle ayuda, no para ella, para su nieta. Su madre vino, estuvo con la beba, logró generar un vínculo como abuela, pero al poco tiempo le dijo a Patricia que tenía que irse. Y de un día para el otro se fue. Como en todos estos años. Y otra vez se sintió sola en el mundo, sin nadie a quien recurrir, y más dolorida aún, porque con esta partida estaba dejando también a Matilda, como cuando la dejo a ella.

Patricia fue bulímica. Como muchas chicas, el vacío que no llena un abrazo, una caricia, unas palabras de aliento, ella lo llenó con comida. Y como el ritual lo indica, después de llenarse y vomitar, para sentir que la culpa es nuestra, para expulsar lo que no podemos decir.

Patricia, es una mujer que logró un montón de cosas, pero no logró que su madre lo viera, que estuviera allí para sentirse orgullosa de ella.

¿Qué manía nos hace quedar atrapadas en las niñas que tuvimos que haber sido y no pudimos? ¿Por qué esa enorme necesidad de esperar que venga mama a darnos un abrazo y decirnos lo bien que lo hicimos? Como si ese beso por el muy bien 10 pudiera recuperar todo el tiempo que no la tuvimos.

Y el hombre, esa figura ausente pero presente. Porque no hubo papá, pero si muchos hombres que cada vez que aparecían hacían que mamá desaparezca. Esa unión que quedo inconscientemente grabada en la cabeza. Ese terror de pensar que si vuelve a conectarse con su deseo sexual puede perderse en ella, como lo hizo su madre.

Solo desea estar con Matilda y darle una familia. Un concepto que irá construyendo a medida que Mati crezca.

Cuando nació Mati, supo que esta iba a ser su única hija. Sabe que solo pude entregarse de la manera que un hijo pide una sola vez, no es por la edad, es por decisión. Con ella alcanza. Hay que aprender a ser mamá y cuando el modelo es tan confuso y doloroso ¿de donde agarrarse? Es como un salto al vacío…

5 comentarios:

  1. Qué historia durísima! a medida que leía, no podía creerlo! ahora está en sus manos cambiar la historia, ella poder ser mamá para su hija, y creo que amándola como la ama, cuidándola como la cuida, sin duda sanarán algunas heridas. Cuando su hija le sonría, la llene de besos y abrazos, le diga "mamá", sin dudas así será.

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  2. Lo importante es que ella esta intentando cambiar las cosas para que su hija no tenga la misma historia de abandono que ella... La verdad me emociono mucho esta historia...

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  3. ‎"¿Qué manía nos hace quedar atrapadas en las niñas que tuvimos que haber sido y no pudimos?" me duele muchisimo esta frase/pregunta, realmente nuestros padecimientos en la infancia nos marcan un camino para el resto d nuestras vidas!! Pero ... Patriiii sacate los miedos que seguro con todo el amorrrr que le tenes a Matilda seràs SOS una GRAN MADRE!!!! MATILDA llego para sanar tus penas!!! a nuestra vida llego mi hija ISABELLA a sanar nuestras penas y cuando estoy triste solo me hundo en sus sonrisasssss y ya nada mas tiene sentido q amarla!!
    Tamara

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  4. que historia conmovedora y que mujer fuerte!!
    no tiene q tener miedo,tiene q estar orgullosa y dejarse llevar por el corazon..no hay maneras correctas de como ser madre,hay que poder amar sin limites y demostrarselo cada dia!!

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  5. Que historia Pato, y es la nuestra, estoy llorando, leer tus palabras me trajo a la memoria nuestras idas y venidas, fue duro. Pero aprendimos hermana nuestros hijos nunca careceran del amor de su mamá. Pero hablando de ti sabemos que aquello que no sabes o que te parece que no vas a poder, lo vas a saber manejar, tu instinto maternal y tu capacidad de amar (que vos sí tenes) siempre te van a indicar el camino adecuado. Te admiro, te quiero mucho y te extraño. Tu hna. Mary

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